Por primera vez en la historia reciente, la Iglesia Católica ha dejado abierta la posibilidad de que las mujeres puedan desempeñarse como diáconos, un rol que normalmente precede al sacerdocio, reservado exclusivamente a los hombres. Este debate, que se viene gestando desde hace varios años, ha cobrado relevancia tras la reciente cumbre mundial del Sínodo en el Vaticano, donde se discutió ampliamente el futuro de la Iglesia y su estructura jerárquica.

Durante semanas, el Papa Francisco escuchó las voces de distintos sectores que reclaman una mayor inclusión en una institución percibida como tradicional y limitada en temas de equidad de género. El documento aprobado por el pontífice menciona que "no hay ninguna razón ni obstáculo que impida que las mujeres ejerzan roles de dirección en la Iglesia", lo cual deja la puerta abierta para que asuman funciones como diáconos. En este rol, las mujeres podrían celebrar bautizos, bodas y funerales, aunque seguirían sin poder oficiar la misa.

Si bien la posibilidad de que las mujeres ejerzan el sacerdocio no fue abordada en esta cumbre, muchos ven en esta apertura al diaconado femenino un paso hacia una reforma más inclusiva. El movimiento, respaldado por asociaciones en Europa y América del Norte, continuará su lucha por una mayor participación de las mujeres en roles eclesiásticos.

El Sínodo también propuso una reorganización en la formación de los sacerdotes y un mayor protagonismo para los laicos, sin emitir opiniones específicas sobre la inclusión de miembros del colectivo LGBTIQ+. Al final, las propuestas se presentarán al Papa Francisco, quien decidirá si implementará estos cambios en la doctrina oficial de la Iglesia.

La pregunta que queda es si esta posible apertura marcará un cambio significativo en la estructura de la Iglesia. ¿Podrían las mujeres como diaconos contribuir a una Iglesia más inclusiva y cercana a sus fieles?