El correísmo es, sin lugar a dudas, el único movimiento político en Ecuador que logró armarse bien —no con palitos de fósforo como otros—, sino con estructura, militancia, y hasta con barra brava incluida. Sí, esa clase de barra que se sabe los discursos de memoria, que va a todos los mítines y que te mira feo si no estás de acuerdo. Una barra densa. Bien densa.

Pero a pesar de toda esa maquinaria, perdieron. Y no fue por culpa de los medios, ni del CNE, ni de la CIA, ni del imperialismo, ni de la prensa corrupta (aunque les encanta decir eso). Perdieron solitos. Con sus propios méritos. Y eso tiene más mérito que ganar, honestamente.

Perdieron porque se metieron en una burbuja de “ya ganamos”. Se encerraron entre ellos, en su mismo grupo de siempre, creyendo que el país entero era como su timeline de Twitter. Que todo era amor, likes y hashtags. No dejaron entrar a nadie nuevo, porque claro, “¿para qué? Nosotros somos los iluminados”. Y así se les fue el tren.

Les voltearon hasta sus propios votos. Sí, esos mismos que antes eran incondicionales, esta vez se fueron para otro lado, como quien cambia de canal porque ya se aburrió del mismo programa. Y el problema no es que hayan cambiado de canal... el problema es que los del programa ni se dieron cuenta que ya nadie los estaba viendo.

Perdieron porque su líder supremo, ese que no está en la papeleta pero que manda más que cualquiera, decidió abrir la boca. Y cuando él habla, no es que suma… más bien resta. Resta votos, resta aliados, y a veces hasta resta neuronas con lo que dice.

Y mientras tanto, Luisa —que hizo lo suyo— quedó atrapada entre defender lo indefendible y cargar con las decisiones de otros. ¿Resultado? Una caída libre en tiempo récord. Perdieron porque se confiaron. Porque pensaron que el Ecuador es el mismo del 2007. Y no, compas, el país cambió. Hasta el internet es otro.

Y no quiero ser ave de mal agüero, pero acuérdense de mí: en los próximos días van a empezar las peleas internas, los dardos en redes, las entrevistas cruzadas, los “yo sí dije” y los “a mí no me escucharon”. Las famosas bajas de la Revolución Ciudadana.

Así que sí, perdieron. No porque les ganaron, sino porque ellos mismos se derrotaron. A lo grande. Como buen partido estructurado.