Vladimir Putin, el veterano líder ruso, ha conseguido una victoria electoral histórica, asegurando su estancia en el Kremlin hasta 2030. En las elecciones del domingo, Putin obtuvo un sorprendente 87,2% de los votos, superando el 76,5% alcanzado en 2018, a pesar de las sanciones económicas y la guerra en Ucrania.

Los resultados no se han visto afectados por recientes incidentes, incluyendo la muerte en prisión del líder opositor Alexéi Navalni, ni por las tensiones con Ucrania. De los 112 millones de rusos convocados a las urnas, más de 98 millones respaldaron a Putin para un quinto mandato.

Sin embargo, el proceso ha estado plagado de controversias. La ausencia de candidatos opositores y las acusaciones de votación ilegal en las regiones ucranianas anexionadas han generado dudas sobre la legitimidad de estos resultados. La oposición rusa ha pedido a la comunidad internacional no reconocer los resultados, alegando falta de transparencia y posible manipulación.

La victoria de Putin se ve reforzada por la participación de electores de las regiones de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. El comunista Nikolái Jaritónov y Vladislav Davankov del partido Gente Nueva siguieron en la contienda, pero con un apoyo mínimo.

La Comisión Electoral Central (CEC) ha negado irregularidades significativas, a pesar de los informes de expertos independientes y medios en el exilio sobre posibles fraudes.

En un giro reminiscente de la era soviética, el Kremlin movilizó su maquinaria administrativa para apoyar la reelección de Putin, superando el 74% de participación. Las cifras en Crimea y las zonas de Ucrania ocupadas fueron aún más elevadas.

Ante esta situación, la oposición organizó el evento "Mediodía contra Putin", atrayendo a miles en protesta pacífica. Esta movilización mostró un descontento significativo, aunque no parece afectar el resultado final.

La reelección de Putin marca un punto de inflexión en la política rusa y sus relaciones internacionales, en medio de un contexto global cada vez más polarizado.