Tragar emociones pasa factura: tu cuerpo lo grita




La ciencia muestra que callar lo que sientes activa el estrés y desordena al organismo.
Reprimir lo que sientes impacta mente y cuerpo de manera directa. Antes de una situación difícil aparece dolor de estómago y esa señal importa. También puede sentirse un nudo en la garganta cuando se intenta callar algo incómodo. La ciencia muestra que las emociones reprimidas activan respuestas fisiológicas reales. En este tema se habla de supresión emocional, un bloqueo consciente de sentimientos molestos. Estudios en Psychological Science y Journal of Personality and Social Psychology describen el alto costo cognitivo. Ese esfuerzo activa el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal y eleva el cortisol. Con el aumento de cortisol aparecen tensión muscular y latidos más rápidos. También se registra inflamación sistémica y cambios en la presión arterial. Investigaciones en PNAS y Brain, Behavior, and Immunity describen una respuesta inmune más baja. Con menor defensa el organismo queda más expuesto a infecciones. El eje cerebro-intestino también reacciona cuando se reprimen emociones. Se alteran digestión, motilidad y producción de ácido gástrico. Esto se expresa como gastritis, intestino irritable o malestar estomacal. El cuerpo guarda tensión en músculos durante largos periodos. La American Psychological Association asocia ese patrón con dolor de espalda. También se reporta cuello rígido, migrañas y bruxismo. Las emociones atrapadas pueden terminar en insomnio y fatiga persistente. Estos mecanismos explican por qué el cuerpo habla cuando la mente calla. Reconocer estas señales permite comprender el impacto de reprimir emociones sobre la salud.
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