Donald Trump lo volvió a hacer. Este 10 de abril, su Gobierno anunció un fuerte aumento en los aranceles a los productos chinos, que ahora alcanzan el 145 %. Esta medida incluye un incremento del 125 % adicional al 20 % ya vigente desde marzo, relacionado con productos ligados al combate del fentanilo. La Casa Blanca confirmó el decreto y dejó claro que esta es una jugada directa para presionar a China en medio de acusaciones de competencia desleal. Trump insiste en que China se beneficia de prácticas injustas, como el robo de propiedad intelectual y subsidios millonarios a sus empresas. Con este golpe económico, el expresidente busca frenar esos beneficios. Pero no todo es contra Pekín: el mismo decreto menciona que habrá una pausa en algunas tarifas para otros países. Con esto, Trump intenta concentrar el fuego solo contra China y calmar a otros socios comerciales. A pesar de la estrategia, muchos analistas advierten que los estadounidenses serán quienes terminen pagando más. Las empresas podrían enfrentar aumentos en los costos de producción y los productos importados se volverían más caros para el consumidor. La relación entre las dos potencias se tensa aún más. Ya no se trata solo de comercio, también hay un trasfondo político y de seguridad. Trump quiere mostrarse duro en año electoral, usando a China como blanco principal. El tema del fentanilo también ha sido clave para justificar el alza arancelaria. La lucha contra el narcotráfico le sirve como excusa para endurecer las medidas. Aunque muchos aplauden la decisión por su firmeza, otros temen que se genere una escalada comercial peligrosa. China aún no ha respondido oficialmente, pero expertos esperan represalias. Esta guerra económica parece no tener fin cercano. Trump apuesta por un golpe fuerte justo cuando su campaña busca más protagonismo. El comercio global también podría sentir el impacto. A medida que crecen los impuestos a los productos chinos, se altera la cadena de suministro mundial. El mensaje es claro: Trump no piensa aflojar con China.