Grigori Rasputín, el enigmático consejero de la dinastía Romanov en Rusia, no solo es recordado por su influencia política, sino también por su capacidad de predecir y adivinar el futuro. Sus profecías, especialmente una relacionada con el fin del mundo, están cobrando relevancia en nuestro siglo debido a su aparente conexión con los actuales desafíos medioambientales.

Rasputín pronosticó un escenario apocalíptico, caracterizado por la extinción de especies, la degradación de la biodiversidad y una atmósfera tóxica que traería la muerte en lugar de la vida. Estas visiones, aunque formuladas en el siglo XX, parecen reflejar preocupantemente las circunstancias climáticas actuales.

La crisis climática de 2023, con su patrón de eventos extremos y consecuencias devastadoras, parece resonar con las palabras de Rasputín. El informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) advirtió sobre la habitabilidad de la Tierra para el 2050 si no se implementan cambios significativos, especialmente por los países desarrollados.

La deforestación en la Amazonía, el "pulmón del planeta", junto con la creciente extinción de especies y los cambios ecológicos, refuerzan la idea de que las predicciones de Rasputín no son meras coincidencias. En este contexto, su profecía se convierte en un llamado urgente para reflexionar sobre nuestro impacto en el planeta y la necesidad de tomar medidas para evitar un futuro sombrío.

La figura de Rasputín, siempre envuelta en misterio y controversia, hoy nos invita a una profunda introspección. ¿Es posible que sus visiones se estén materializando en nuestra realidad? Mientras debatimos entre la ciencia y la superstición, el mensaje es claro: el tiempo para actuar es ahora.