CRISIS ENERGÉTICA O CRISIS DE PLANIFICACIÓN DEL GOBIERNO


POR: Mateo Núñez Analista
Ecuador enfrenta una crisis energética severa, exacerbada por una gestión inadecuada del estiaje. Mientras que históricamente el estiaje comenzaba alrededor del mes de octubre, para 2023 se adelantó a septiembre y en 2024 comenzó en este agosto, mostrando un patrón cada vez más temprano y preocupante. Esta variación ha dejado al país en una situación de vulnerabilidad que no ha sido adecuadamente gestionada por el gobierno nacional.
En su plan de trabajo, el presidente Noboa prometió una estrategia integral para enfrentar el estiaje, la cual incluía medidas para asegurar la estabilidad del suministro eléctrico durante los periodos críticos. Sin embargo, la implementación de estas promesas ha sido insuficiente. A pesar de la formulación de un plan energético, las medidas concretas necesarias para mitigar el impacto del estiaje no se han materializado de manera efectiva.
En lugar de abordar de manera proactiva los problemas internos, el gobierno ha recurrido a desviar la responsabilidad, acusando a terceros de sabotaje y otros factores externos. Esta estrategia no solo ha desviado la atención de las deficiencias en la gestión, sino que también ha creado un ambiente de desconfianza y confusión. Las acusaciones de sabotaje, sin evidencia sólida, parecen ser una táctica para desmentir la incapacidad de gestionar la crisis de manera efectiva.
Para abordar esta vulnerabilidad, es fundamental que Ecuador no solo cuente con un plan de contingencia basado en interconexiones regionales, sino que también invierta en la diversificación de su matriz energética y en el desarrollo de capacidades de almacenamiento y generación. La dependencia en estas interconexiones es arriesgada, ya que los países vecinos también enfrentan problemas hidrológicos similares. Esta dependencia podría no ser suficiente para garantizar un suministro estable de energía, especialmente si las condiciones climáticas adversas afectan también a las regiones interconectadas.
En el contexto de la crisis energética que enfrenta Ecuador, los datos del embalse de Mazar destacan la magnitud del problema y la necesidad urgente de medidas correctivas. La altitud del nivel de agua en este embalse ha mostrado una preocupante disminución desde el 28 de julio de 2024, cuando alcanzó su nivel más alto de 2.152,41 metros sobre el nivel del mar (msnm). Para el 4 de septiembre de 2024, el nivel se había reducido a 2.136,13 msnm, una caída de 16,28 metros en un corto período. Este descenso en los niveles de agua es crítico, dado que el embalse de Mazar es fundamental para la generación de electricidad, representando el 38% de la demanda máxima del país, que es de 4.600 megavatios. La tendencia a la baja en el nivel del agua del embalse de Mazar es alarmante. En términos relativos, la disminución registrada desde el 28 de julio de 2024 hasta el 4 de septiembre de 2024 es significativa. El nivel actual de 2.136,13 msnm, aunque aún se encuentra 21,13 metros por encima del nivel mínimo crítico de 2.115 msnm, muestra una caída continua que pone en riesgo la estabilidad del suministro energético. En abril de 2024, el embalse estuvo por debajo de su nivel mínimo, alcanzando su punto más bajo de 2.106,66 msnm. Esta situación llevó a cortes de energía programados, un problema que podría repetirse si el nivel de agua continúa descendiendo.
Para abordar la crisis energética en Ecuador y mitigar futuros riesgos, es crucial diversificar la matriz energética mediante la inversión en fuentes alternativas como la solar y eólica, reducir la dependencia en la generación hidroeléctrica, y mejorar la infraestructura de almacenamiento en embalses para gestionar mejor las fluctuaciones del nivel de agua. Asimismo, se deben implementar sistemas avanzados de monitoreo y predicción de caudales para una respuesta rápida y eficiente, y desarrollar estrategias de gestión de demanda para reducir el consumo durante los periodos críticos y promover la eficiencia energética.
El análisis de los datos del embalse de Mazar ilustra la gravedad de la crisis energética en Ecuador. La disminución significativa en el nivel del agua y la proximidad al nivel mínimo crítico subrayan la necesidad de una gestión más efectiva y de medidas proactivas para asegurar la estabilidad del suministro eléctrico. La respuesta del gobierno hasta la fecha ha sido insuficiente, y es imperativo que se tomen acciones concretas para diversificar la matriz energética, mejorar la infraestructura de almacenamiento y anticipar futuros desafíos. Solo a través de una estrategia integral y bien ejecutada se podrá enfrentar de manera efectiva la crisis energética y garantizar un suministro eléctrico estable para el país.
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